Schopenhauer, tú y yo
diciembre 23, 2008
No hay amores malditos / Hay podre leyes usos / Error espanto astucia / Impotencias normas mentira / angustia doma compra-venta / cobardia y calamidad / no hay amores malditos.
Félix Grande
El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial.
Arthur Schopenhauer
Recuerdo ese día nítidamente porque tenía una luz distinta. Caminábamos despacio a través de la tierra a medio arar, con cuidado de no pisar nada, hasta que el terreno se fué haciendo un poco más abrupto y desapeció la tierra de labranza. Entonces caminamos con un poco mas de soltura y aunque yo iba casi jadeando, lo cierto es que fue un camino suave y agradecido. Me acuerdo de mí misma mirándome las botas llenas de barro, y mis piernas, siempre tan absurdamente delgadas mientras pretendía sin éxito seguir los pasos que me marcaba el portador de la cabeza llena de rizos rubios, que era mi único punto de referencia en aquel paisaje.
Así transcurrieron un par de horas y al final, llegamos a un lugar abierto, levemente sobreelevado, donde decidimos quedarnos y respirar. Como en un ritual, nos sentamos juntos, nos descalzamos, nos abrazamos,nos miramos un minuto en silencio y nos sonreimos, hasta que el silencio quedó roto por su risa única, su carcajada inconfundible. Esa risa que lo delataba siempre, que siempre lo acompañaba y que a mí, desde la niña que fuí -cuando lo conocí- hasta la mujer que soy- a tientas-, hoy sabe transmitirme la seguridad de estar cerca de casa, de tener un hogar.
Estábamos sentados bajo una encina anciana y su majestuosidad nos hizo sentirnos aún mas pequeños, allí, bajo su sombra. Entonces sin darnos cuenta, mientras él -quizá -me contaba su última excursión a la pedriza y yo- quizá- acariciaba alguno de sus rubios rizos escapistas ,comenzó a suceder uno de esos instantes en los que por fín comprendes algunas cosas que pueden reconciliarte con el mundo, porque son en definitiva una verdad que puede por ese instante tocarse con las manos y que se proclama valiente y victoriosa, pura luz entre la niebla habitual en la que solemos refugiarnos. A veces para siempre. A veces sin saber salir de alli en toda una vida. A veces sin quererlo.
Y llegó así, la verdad, a sentarse con nosotros, tranquila, vestida de calle, sin zapatos. Y llegó la verdad y los dos lo supimos y entonces al abrir los ojos, las cosas parecían distintas y lo eran, porque a veces ni siquiera sabemos lo verdaderas que son las cosas que no pueden tocarse.
Y era verdad: A veces no somos conscientes de la corta vida. Del tiempo que queda. Del escaso segundo que vuela. La vida es dura a veces. La vida es dura y duele. Y tiembla. Y nada tiene que ver con la muerte.
La vida a veces duele tanto que quieres correr. La vida da miedo. Pero la vida siempre te deja una salida.
A veces estamos tan paralizados por el miedo que empleamos toda nuestra energia para mantener los ojos bien cerrados.
Y entonces inventamos huidas, excusas, rutinas, inercias, paises, mentiras, vestidos, lugares, sabores, palabras, sentidos..
para no volver
A veces deseas tanto que el agujero de tu pecho siga dormido que eres incapaz de moverte.
Y evitas todo lo que tenga que ver con ese dolor, te alejas, abandonas ese camino.
Ese camino que está esperando a ocurrir.
Lo único que de verdad te hará libre.
El descanso.
¿Por qué huimos sin parar de lo inevitable, de lo que cosimos un día a nuestro corazón, de lo único que nos hará libres?
Por qué nos empeñamos tanto en evitar algo, y no dejamos simplemente que ocurra, si tiene que ocurrir..
Creemos que somos los dueños de nuestra vida, y apenas sabemos respirar. Y, sí, somos los dueños quizá, pero somos tan torpes, y arrastramos tanto dolor, que a veces, la nítida verdad se nos escapa y ya no vemos nada más que el camino sin vuelta, a ningún sitio, a ese lugar que no te reconoce, a ese lugar dónde solo se sabe echar de menos.
Desde ese día en el que la verdad nos meció en sus brazos, no hemos vuelto a ir a caminar mi amigo y yo.
Pero los dos supimos algo que atesoramos, en el más dulce de nuestros lugares comunes. Intangible, como todas las cosas que se aman. Las únicas que importan.
A mi amigo Antonio, por su sabiduría. Por todas las cosas que me ha enseñado en estos 18 años. Y a tí, como siempre, inevitablemente..
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Calle acuerdo nº8
noviembre 9, 2008
Madrid estaba helada hoy.
Me he puesto mi abrigo de palabras y mis zapatillas favoritas y después de algunas vueltas y de algunos aparcamientos con aristas, he conseguido asomarme a el Patio de Maravillas.
Lo que antes era un colegio de monjas de la posguerra, se ha converido ahora en una casa okupada con alma de posadera, que da la bienvenida desde el primer escalón de su entrada, abrazándote con unos senos turgentes y cálidos y trasportándote directamente al interior, dónde se cocina toda clase de versos y escenarios, músicas y boqueroncitos, malabares y obras de arte.
El Patio de Maravillas ciertamente lo es, y tiene aproximadamente tres plantas. En una de ellas María nos ha contado un mónton cosas asomada a la ventanuca del tercero. Entre bragas de algodón, camisas y sábanas viejas tendidas por gracia de una pinza, María sonaba sus versos y por fín comprendíamos algunas cosas que sí son la vida y cómo se espolvorea sobre los cuepos y el mundo
Luego más tarde, tras el fanzine despedido, el provocador deseo de la Señora Ramsay y de su lado izquierdo, Gonzalo y sus excesos, y la comestible perfomance con bengalas, hemos caminado un ratito, de de la calle Acuerdo hasta el Café la Palma, para poner en la barra algún encuentro y tomar ensaladilla rusa y nota de los própositos de enmienda: tenemos que vernos más, os echaba tanto de menos, y tú que delgada estás, y ahora dónde vives, te pido una caña, Pablo se viene a Madrid, el guapo y su cumpleaños, yo zumo de melocotón con un hielo, y a granada, cúando otra vez, Rául prefiere tinto de verano, en noviembre? y Gloria Fuertes y Julio, el recital de Pepe, libertad 8, la cena de Sole, Andrés vigilando taxis, el Libro de Auri, los pescaditos que sirven aquí, que no son del sur..
Y es tarde y mañana tengo guardia, y vuelvo a casa, y sonrío, y subo al ascensor dando bocados al solo que no voy a entonar, y con los pies helados
…
Gracias
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Ella
octubre 13, 2008
Ella no para ni un instante, nos tiene locos porque no podemos dejar de mirarla. Realmente nunca hemos podido dejar de hacerlo, porque siempre que ella revolotea a tu alrededor, la mirada inquieta que te descubre, no puede dejar de posarse en sus vaivenes.
Es preciosa, porque tiene perfilados los ojos con el matiz suave de los sueños cumplidos, los labios, con las palabras por fin pronunciadas y los deberes hechos, en la cuadrícula exacta de un deseo.
Hoy hablaba sin cesar, como a menudo, pero era distinto. El mentón, inquietantemente rígido tras sus palabras, los labios pellizcados constatemente por sus dedos ágiles, los ojos traduciendo un lenguaje arraigado de entrañas, impronunciable a veces, sujeto a acentos de épocas dolorosamente incautas.
En sus brazos, delgados, musculados, suavente insistentes, un impulso que provoca una tensión mantenida por el tiempo y las vidas injustas.
Todo lo ha contado ella. Todo. Dejando escapar a veces, una sonrisa tenúe, de rescate. Siendo como siempre irremediablemente concesiva, perdonándolo todo, apretando los puños, jadeante y hermosa.
Eres tan fuerte, eres la certidumbre de los pasos inciertos, eres la luz que toca los prodigios, el rescate a tiempo de un milagro
Tocarte a tí, es ponerse en pie y buscar el comienzo.
Porque llevas la vida a todo lo que tocas.
Gracias por las horas y los días. Gracias por el milagro.
l
puntos de referencia
septiembre 24, 2008
Para tí, que lo eres
cuando sé que no es
sólo esto
que respiro sin nada
o de puntillas
cruzo la linea del inconsciente colectivo
en el campo de tiro
en el disparadero del bocado de
fuga
en el momento pánico
de la deshora
de la lucidez masiva
de los desfiladeros
buscando una estrella en las antípodas
me coloco
las gafas
y la razonable obsesa
infalible
objetividad del miedo
aparco en el vado permanente
sólo sigo aquí,
por los
escasos
puntos de referencia
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a.mi.dulce.niña.de.mar
mayo 21, 2008
tengo el día tonto, o los años
o la herida
la tonta cicatriz,
la irresistible
déjame perdonarme las palabras
ajustarte el vestido,
reir los lunes
colocarte las pecas
alumbrarme
-no ser parte de ese ser tan torpe,
que se enreda la prisa y las ausencias
que te hiere por nada
o sin cualquiera-
porque
las olas se escapan si te dueles
y entonces
ninguna brisa está pasando nunca
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