Fitzgerald
julio 31, 2010
El primer libro que leí de Fitzgerald es en forma y esencia, un recuerdo nítido y con cadencia. Fue Suave es la noche y yo leía despacio, intentando no romper el aire que se había creado a mi alrededor. Sobre mi cama, con la luz tenue de mi lámpara de mesa, repasaba las palabras de Nicole, su complejidad, mi asombro, su belleza. Llegó a mí, en un verano caluroso de cuerpos desnudos casi inconscientes..suavemente..y se quedó conmigo sin precauciones.
Fitzgerald nació en una época fronteriza y siempre extraña, un final de siglo amenazante, que determinó en parte la sensación continua de desencanto y pérdida de toda una generación.
Luego vino El Gran Gatsby, Hermosos y Malditos, A este lado del Paraiso, El Último Magnate..
Siempre una forma de encontrarte, de saborear la juventud que va a perderse, la desesperación, la tragedia y la dorada América de los años veinte, mecida en un vaso ancho de wisky con hielo.
Me gusta viajar. Mucho. Siempre me fascinó viajar hacia esa mezcla precisa entre la juventud y el desencanto, la alegría deseperada, el jazz , la guerra, la enfermedad, la muerte.
En la Generación Perdida, marcado por la Primera Guerra Mundial y los Felices Veinte, dibujó el universo americano, con su ocaso replandeciente y su ambiguedad prácticamente táctil.
Amó a Zelda Fitzgerald y a su enfermedad a pesar de todo y ella a cambió le regaló todos los papeles de esas mujeres, frágiles y atormentadas, dolorosamente bellas de todas sus novelas. Inevitablemente.
Gracias por todo
Alcoholizado, hermoso, brillante, en el precipicio, siempre, Fitzgerald.
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