el día siguiente

octubre 21, 2008

Y es, con los pies en la orilla, y a deshora. Con la culpa de la funambulista y el recetario de las improcedencias conocidas. Con toda la sordera de un desfile dónde se pierde un niño y es de noche; y dónde siempre hay un pájaro que muere atropellado entre las multitudes.

Y soy, de nuevo sin partidas ni embalaje, el mar secándose extendido en mi rodilla, los dedos trazando la sílaba en un labio, las indicaciones desprovistas de semáforos.

Y así, recorro la ciudad desnuda y con los huesos, colocándome la inercia y la corbata dónde nadie me ve.

Procuro contar despacio hasta diez y sumar cientos.

La irremediable manía de borrarme en los recordatorios

Y así, respiro, despeinándote otra vez, haciendo mundos.

Buscándome la paz en la demencia, del cruce inexacto de noviembre, con las conjugaciones de tu nombre

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